viernes, 9 de diciembre de 2011

Del algodón al cemento

Algunos tratan de ser de esas personas que afirman que por cada vez que caen deben levantarse después. Pero yo no me caigo, no sólo tropiezo, yo me tiro de cabeza contra el suelo. Y si intento levantarme hay alguien que se encarga de volver a empujarme. ¿Acaso no debería acostumbrarme a vivir pegada al suelo? De tantas veces que me he caído, tirado o me han empujado, ya estoy acostumbrada a su dureza, a su frialdad en invierno y su ardor en verano.

Al final parece que el camino que todos seguimos para alcanzar la felicidad es el de adaptarnos al medio en el que vivimos, con pequeños instantes sobre las nubes.
Lo malo es que si yo subo a las nubes, caer al suelo otra vez es mucho más doloroso.

lunes, 5 de diciembre de 2011

El monstruo que ocupó tu sitio debajo de mi cama.

Desde que no estás tengo miedo. Miedo a hablar y equivocarme. Y si no puedo hablar, no puedo decirte todo lo que quiero:

Podría decirte que te echo de menos, o directamente que te quiero. Quizás, para hacerlo más bonito, podría decirte que sin ti no vivo. Para ser más concreta, podría decirte que el sol sale a las doce de la noche si te veo venir, pero que se vuelve una simple farola si te detienes a 10 metros de mí y la bombilla se funde si encima no me miras. Si me vuelvo realista, podría decirte que mi imaginación se desarrolla en torno a cómo saludarte si apareces por la pantalla de mi ordenador; que noto más golpes en mi pecho por segundo desde que me respondes el saludo y que, cuando te vas sin decirme "te quiero" le rompes la lógica de la rutina a mi cabeza y además, se me estropea el corazón. Si prefieres mi parte sensible, podría decirte que no veo el azul del cielo, mis labios no sienten calor, no escucho lo que quiero, no beso lo que siento y sólo conozco un olor. Si te gustaba cuando era tonta, podría decirte que duermo abrazada a ti desde mi cama, que busco tu colonia en las perfumerías, que me sé de memoria todas tus fotos... en verdad no son tonterías, me las dejé en tus manos.

Podría decirte cosas infinitas, cosas imposibles, hablarte del futuro, recordarte el pasado... pero la verdad es algo muy difícil, que mucha gente sabe y pocos se atreven a decir. Y yo tengo miedo, por eso te pido que vengas en mis sueños para que estés conmigo y se me pase. Y de repente te veo, y voy corriendo, me atrevo y te cuento todo y quiero gritar que te quiero. Pero todo el mundo sabe que es imposible gritar en los sueños.