viernes, 27 de enero de 2012

A las doce de la noche se despierta mi deseo.

Son las doce de la noche, a partir de ahora todo está permitido. Escuchas algo sin querer, esa frase dicha sin claro receptor, aquello que estabas ignorando te desvela la noche y la verdad.
Y aparece ese escalofrío que reparte calor por todo tu cuerpo llegando a crear una verdadera hoguera en el rincón más oscuro. Entonces lo sientes, aparece sin avisar, sin pedir la palabra resuena en tu cabeza el latir de tu corazón excitado. Te lleva, te incita y te atrapa como una camisa de fuerza.
Te ves sin control, sin saber dónde esconderte, dónde encontrar tranquilidad, como un ratón sin su agujero.




Sí, ha vuelto a tu cabeza,
lo ha traído el corazón:
el recuerdo de esa tarde
juntos en la habitación.






Y no lo puedes evitar, ya es demasiado tarde, como la peor de las vacunas ha infectado todo tu cuerpo, sin embargo no te cura, te empeora, te da fiebre, sudas, arde todo tu cuerpo y se empañan los cristales. Y todo se contradice, se vuelve verano el invierno, pica el sol y está nublado, te siento dentro y ni si quiera estás fuera.
Y hacía meses que te fuiste, ya no te necesitaba, dejé de olvidarte y ni si quiera sentía odio ya.
 Pero a mi cuerpo no le ha resultado tan fácil. Y recuerda... tu boca que no era tuya, ni mi boca era mía, no eran de nosotros, se poseían a sí mismas. Siente tu mano dulce en mi nuca y la otra ciega en mi espalda practicando caída libre y se agarra antes de precipitarse. Y busca su vacío, y lo encuentra en lo profundo y sale asustada pero vuelve a entrar atrevida.
Tu ombligo encuentra su mitad y de tanto que se unen forman naranja entera; con él, sin querer, viene otro invitado, antes dormido, ahora despierto por ser llamado al pelotón, pero se pierde, se pierde... y sin embargo permanece firme, fuerte, duro, sin saber que así será mejor atraparle. Sin previo aviso la rapaz lo siente, lo divisa, y desciende rápido desde tu cabeza, por tu nuca, por tu pecho... como un relámpago que recorre tu eje de simetría y no se detiene hasta alcanzar su objetivo... y lo alcanza. Lo alcanza, sin miedo, con ganas, fue tan larga la espera.
Dos suspiros cronometrados, dos suspiros que no dejan escapar energía, la crean. Y entonces ya no hay vuelta atrás, ya se han adentrado, se han encontrado y los ojos necesitan ver para creer: dos camisetas de distintas tallas, dos pantalones de distinto color, mi sujetador... finalmente dos prendas opuestas se miran, se extrañan, se comparan y no encuentran igualdad... asustadas deciden esconderse, arrugarse y dejarse por los suelos.

Tu boca y mi boca se dan la orden y con el mayor de los suspiros dejan de ser suyas. Deciden experimentar, conocer nuevos lugares del mismo mundo, del mío, del tuyo, del nuestro. Y se van, y se alejan, y se sienten desde otra parte, y no notan diferencia porque es el mismo calor, el de tu cuerpo y el de mi aliento expulsado con un cañón. Y tu lengua, y mi boca. Y mis manos en la redondez de tu culo y tus manos en la redondez de mis pechos. Ya no suspiro, se me agrandan los pulmones y no hay suficiente aire para llenarlos. Todo deja de ser intuición, todo se vuelve puro y duro, animal, los roces siguen pero empiezan a quedarse pegados. Sucio y a la vez limpio, tu sudor se vuelve la mejor de tus colonias, mi sabor se vuelve ácido, me gusta la manera en la que me siento rara. Hasta que nos volvemos simétricos y el eje que hay entre los dos se ve aplastado por un cuerpo sobre el otro, te veo los ojos y me ves los míos, recuerdo que eres tú, que soy yo, y el deseo es aún mayor.
Y tanta poesía, tanto amor, tanto suspiro se vuelve sexo. Pero tú no estás aquí,
la canción se acaba y vuelvo a la realidad, se abre la caja de Pandora y todo sale volando cerrándose para que únicamente quede el deseo abrazado a la esperanza.
Me duele la cabeza, el ceño se me frunce y suspiro, ahora sí, abandonando toda mi energía.


Fuiste la miel en mis labios cuando yo quería el bote entero.

miércoles, 18 de enero de 2012

Mete mis ganas en tu ombligo.

Vigila por dónde caminan 
tus manos
que por cada lunar hay una mina
y puedes salir volando.
Y romperte en mil pedazos
y quedar cada uno esparcido 
por cada esquina de 
mi cuerpo.
Tú vigila, vigila,
que a mi espalda no la veo,
se tú su protector y tapa
con cada dedo
cada uno de mis agujeros.
Acaricia mis heridas, 
tápalas con tu saliva,
ciérralas con un beso.
Sujeta mis rodillas
cuando tiemblen,
roza tu cuerpo con el mío
y conseguiremos prendernos fuego
para acabar con este frío.
Si cierro los ojos
y no puedo verte
haz que te sienta,
muérdeme hasta los codos, consigue besarme el alma.
Que nos tenga envidia la rosa del Principito.