sábado, 16 de abril de 2011

Me indigno y escribo tonterías. Tomo 134

Alguien me dijo que cuando quisiera algo cerrase los ojos fuertes y lo gritara con todas mis fuerzas. Pues bien, ahora me llaman la Muda Loca y veo el mundo entre lucecitas de colores.
Siempre me han dicho que cuando quiero algo, muevo cielo y tierra y siempre lo consigo. Pero la realidad es que el cielo sigue arriba, la tierra abajo y mi casa llena de murciélagos dormidos.

Detesto que me hayan inculcado el "si quieres puedes" y la "nada es imposible". Nadie se encarga de buscar explicación a la muerte, muchos han conseguido atrasarla pero nadie se atreve a solucionarla, solo los soñadores, y entonces hacen una película porque necesitan dinero.

Por lo visto alguien me apuntó a clases intensivas de comprensión y análisis del pasar de los años y su fin. Como tesis propongo la complicación que resulta al no saber a quién llorarle, por quien ponerte triste, en quien pensar cuando necesitas llorar para la escena de la muerte principal del personaje, a quien atribuirle tus éxitos mientras miras hacia arriba. Sí, estoy dando pena, voy de víctima, pero es la ventaja que tiene estar de luto, nadie te reprocha nada.

Las enfermedades, una vez pasado el tiempo, dejan de dolerte, te vas recuperando. Esto no, esto aparece años después, cuando ya no te acuerdas, cuando haces limpia en el cajón, o cuando te tropiezas, o cuando pasas por allí, o cuando te llega el olor, y vas a dar con ese jabón que huele a ella, con esa frase que decía él, con el nombre de ese pez que nadie sabe y él te enseñó. Y entonces te tiembla la barbilla y ya no comes, y todo es emborrona, y se te duermen las piernas, y te duele el brazo.
Y olles pasos por detrás y se derrepente se te pasa. Y te hacen reír y no te duele.

Entonces, piensas que tienes manía bipolar, pero a él también le pasa. Y piensas que aquel hombre no estaba enfermo, tan solo fue valiente, tan solo un día no pudo más y lloró con ganas y al rato, alguien le hizo reír hasta que le dolió la tripa. Y entonces él está loco. A los locos los encierran, porque son felices, y en el fondo nadie quiere ser feliz. Si todos fuésemos felices, nadie podría ser más feliz que otro, y entonces la gente que tiene la vista fijada por en cima de los hombros (y de los hombres) no se distinguirían de los demás, y podrían matar a alguien.

Así que, ya está, ahora piensas en otra cosa y se te pasa. Y mañana, te despertarás y nadie se acordará de nadie.

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