Tú, siempre me decías que soñabas con ver el cielo, y las estrellas. Deseabas saberlo todo, no olvidar nada.
Y nunca entendiste por qué siempre te levantaba la barbilla, ni por qué te regalaba libros por tu cumpleaños y enciclopedias por Navidad.
Hoy, te he esperado todo el día en el Planetario, y después de dos horas me has llamado: te habías dormido y no tenías ganas de andar.
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